diumenge, 22 de gener del 2012

Siempre nos quedará París


Cuando Allen arranca el film con tres empalagasos turísticos minutos en los que podemos apreciar las mil y una maravillas del encanto parisino, pensamos que Woody sigue en su coma profundo y sin intenciones de despertarse. Uno llega a pensar que el genio del clarinete sigue anonadado por los encantos de Scarlett desde Vicky Cristina Barcelona y, como consecuencia, su segundo órgano más potente no le deja desarrollar todo su potencial. Prueba de ello fueron las contundentes pifias “Si La Cosa Funciona” (2009) (no, no funcionó) y “Conocerás Al Hombre De Tus Sueños” (2010) (ni Hopkins ni Banderas lo fueron).

Pero el neoyorkino, paradójicamente, desde el tercer minuto se desata de sus temores indagando en ellos. Su recurrente miedo a la muerte, sus crisis existenciales, su escepticismo, le resucitan a ritmo de can-can y piezas piantísticas de Cole Porter, todo ello amenizado con una mezcla de luces de cabaret de Moulin Rouge y de Torre Eiffel. El éxito de la película se sostiene, en gran parte, por la capacidad de Owen Wilson en camuflarse en la mente del director y ejercer de su “alter ego”. Gil (Wilson) es ese típico escritor al que le falta autoestima literaria. Sus ansias de triunfar con un best-seller se ven sacudidas por su falta de creatividad. Ese tartamudeo y esa eterna duda dan en el clavo para provocar más de una carcajada.

Allen se permitirá la licencia de saltar en el tiempo a ritmos endiablados sin que resulte molesto para el espectador, adentrándonos en su vasto universo intelectual con recreaciones de mitos de los años 20 o del París de la “belle époque”. De entre todos ellos, destaca un Hemingway (Corey Stoll) con reflexiones existenciales a golpe de absenta y un Dalí (Adrien Brody) con una aparación fugaz con hilarantes toques surrealistas y con una gesticulación y acento absolutamente clavados, si bien este último detalle es mérito del doblador. Por contra, una modosita Carla Bruni en el papel de guía y una insoportable Inez (Rachel McAdams) como exponente del nuevo concepto de mujer florero independiente (los más avispados y/o conspiradores podrán captar rasgos de misoginia en ella) ponen de manifiesto que Allen sigue sin alcanzar su máximo nivel.

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