dimarts, 28 de febrer del 2012

Ebrio de desamor, colegueo y rap


Besando el suelo, sin consuelo,
suelo imaginar cómo sería volver a alzar el vuelo.
Ese era mi presente pasado,
chico decadente extasiado
de tanto darle a la mente,
de tanto intentar descifrar el significado coherente
a ese desaguisado.

Un chico que no sueña,
que no se empeña y se desdeña.
Un chico que quería abrazos, estrechar lazos
y que se llevó rechazos en forma de portazos.

Aprendí, pues, que a nuestra edad
la mayoría de ellas vienen y van,
un par de frases con champán,
cuatro revolcones en el desván,
te despistas y ya no están.

Quizá la retórica más metafórica
será el antídoto que te deje eufórica.
Quizá caerás a mis redes cuando
mi complejo manejo del palabrejo
termine en cortejo,
y no, no lo llamaremos tirarte los tejos.


Y nena, ten cuidado, porque de tanto ir y venir,
al final no echarás raíces
cuando vuelvas a por este alocado.
Lejos de ser árbol,
tus cicatrices de desgastado mármol
las curará aquél de los músculos con el que sueles tener deslices.
Hablemos sin matices.
Sólo es otro de esos tipejos que de pequeño
 ya era de aquellos espermatozoides con esteroides.
 Tras esa risueña cara,
se esconde un cerebro con tara.

Ocultaste la falsedad, tu mayor carencia.
Te dedicaste a hacer ciencia sobre la apariencia
Permíteme decirte que soy menos de presencia
y más de complacencia.
¿Y es que no ves que la presencia
es sólo el envoltorio de nuestra esencia?

Buscaba eternidad como cualidad
Y me topé con frialdad como seña de identidad.
Y es que al final terminas entendiendo que
sólo la amistad es la verdadera eternidad.

Esos hermanos de otra madre,
Con los que compartir alegría y desmadre
Colegas de lunes a domingo sin festivos
preparados con frases llenas de paliativos
365 días al año desde antaño
Viviendo la amistad sin engaños.

Cambio de mentalidad.
Colegueo y rap para la posteridad
Más partidario de las sonrisas que de las prisas.
Más de frases que de flashes.
Cambié el sollozo por el gozo.
Más de marcar compases que de desfases.

Así decidí afrontar mi vida.
Y después, cuando me digan:
"Chaval, otra noche de farra y pedal",
les contestaré que el alcohol ya no sana mi herida.
Que no dependo de esa musa en singular,
ya no soy víctima de su cruel azar.

Ahora la magia me contagia
cuando las musas bajan en plural,
cuando esa fuerza celestial
me atrapa, me maltrata, me sacude,
y pues, ¿hay alguien que la elude?
y a partir de aquí, ya sabes enloquecido,
cuando embravecido,
aquel aullido marque el estallido
¡Sí! Libre de aquella correa,
¿quién mide el calibre de nuestra polea?
Si tu corazón bombea, álzate y frasea.